Apuntes de Derecho Civil de la Universidad Bernardo o Higgins, de los profesores señores Sergio Gaete Rojas, y Sergio Gaete Street.

El derecho civil es la rama del derecho privado que regula las principales relaciones civiles de las personas; regula el estado civil de las personas, las relaciones familiares, la propiedad y los demás derechos reales, las obligaciones y contratos, y las sucesiones.

Parentesco.-a




Luis Alberto Bustamante Robin; José Guillermo González Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco González Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara;  Demetrio Protopsaltis Palma; Paula Flores Vargas; Ricardo Matías Heredia Sanchez; Alamiro Fernández Acevedo;  Soledad García Nannig;



parentesco
Scherezada Jacqueline Alvear Godoy


MIEMBRO DE LA FAMILIA

PARENTESCO.

El linaje, concepto y clases.

En el diccionario de la RAE define el linaje como ascendencia o descendencia de cualquier familia, y no cabe duda de que éste es su significado, desde una perspectiva muy amplia, es decir, desde la que lo entiende como linaje biológico. El linaje, desde esta perspectiva no es sin embargo algo distinto al de los seres irracionales y tendrá un interés muy limitado como objeto de estudio.

Sin embargo vamos a intentado matizar un poco más, pues si bien es cierto que, cuando nos referimos al linaje de una persona estamos hablando de sus ascendientes o de sus descendientes, sin embargo, desde el punto de vista de la Genealogía y de la Historia, el término linaje tiene unas connotaciones más específicas.

En efecto, los historiadores, especialmente los medievalistas, llaman linaje al conjunto de parientes unidos por vínculos de sangre -generalmente por vía agnaticia- y que actúan en su medio social con una cierta cohesión, habitualmente bajo unas mismas señas de identidad: apellido y armas. Es por tanto, fundamental, para la existencia de este otro sentido de linaje la propia conciencia de su existencia. Así, es necesaria la asunción por sus componentes de una cierta honra por su pertenencia, sea cual sea su nivel en la sociedad.

En la actualidad, este sentido de linaje y la conciencia de su existencia, está muy diluida y muchas veces ignorada por la mayoría de las personas, lo que no implica que no pertenezcan a determinado linaje, sino que debido a multitud de factores como el inexorable paso del tiempo que deja atrás muchas tradiciones, cambios de residencia que implican dispersión familiar, etc., ha relegado al olvido, este concepto, que si bien es perfectamente compatible con nuestro actual modo de vida, muchos lo consideran erróneamente como algo retrógrado y anclado en el antiguo régimen, desdeñando todo lo que de positivo tiene, sobre todo en el ámbito de la cohesión familiar y lo que ello implica en el desarrollo personal del individuo y su entorno. 

Es indudable que los linajes han existido siempre en todas culturas, así lo vemos entre los griegos, árabes, japoneses, y los romanos y -especialmente- entre los germanos.

En la sociedad altomedieval española tenemos pocas menciones de linajes y curiosamente, cuando surgen por entonces éstos, aparecen bajo un término árabe, como si en el mundo cristiano no existiera todavía este concepto de linaje. Cierto es que a veces vemos la expresión latina de casata, referida a un personaje concreto y para englobar a sus herederos, pero esta expresión se utiliza para denominar a la descendencia de alguien, tanto por línea masculina como femenina, y no por tanto a los miembros de una estirpe como la entendemos en la actualidad.

Sin embargo en las crónicas musulmanas sí aparecen nombres de linajes cristianos: así, se llama a la dinastía de Pamplona los ibn Wanaqo, es decir, los hijos de Íñigo; a los Condes de Castilla los Ibn Fernand, en recuerdo del famoso Fernán González; y a los Condes de Carrión los Ibn Gómez. Lo más curioso es que esta forma árabe de denominar a las familias pasará muchas veces a los documentos cristianos. Es decir que en documentos latinos se hablará de los Benigómez, por ejemplo, y este hecho de tener que usar los cristianos un término árabe para mencionar un linaje propio parece querer indicar, por tanto, que en un principio no era usual tal concepto en el mundo cristiano peninsular y que fue incorporándose a él a ejemplo de los musulmanes.

Pero en la segunda mitad del siglo XII vemos ya claramente, sobre todo en las Crónicas, cómo se empiezan a utilizar términos para designar linajes concretos utilizando para ello su lugar de origen o de señorío. Subrayo aquí que no se trata de un apellido, pues rara vez los miembros de cada linaje firman o se auto denominan con tal término distintivo. Se trata, como ya he indicado, de una clave utilizada por la sociedad para poder distinguir entre sí a los que ya actúan como linajes: los de Lara, los de Castro, los de Guzmán, los de Traba, etc.

Desde el punto de vista genealógico éste es el linaje por antonomasia, es decir, el correspondiente a la ascendencia agnaticia.

Líneas y ramas.

Los genealogistas, al desarrollar en sus obras la historia de los linajes, han utilizado, en su mayor parte, el término de línea para diferenciar, de algún modo, las distintas ramas familiares. 

Podemos por tanto definir la LÍNEA como el conjunto de personas que, dentro de cada linaje, provienen de uno de sus miembros, formando una descendencia diferenciada.

Igualmente, la mayor parte de los genealogistas emplean en un escalón inferior la expresión RAMA para referirse, dentro de cada línea, a la descendencia de cada uno de sus miembros que forma una descendencia diferenciada. Es decir que cada linaje estaría formado por distintas líneas, formadas a su vez por distintas ramas. Sin embargo, esta terminología no es universal, ya que existen otros muchos genealogistas que emplean estos mismos términos en sentido distinto.

A.-El linaje agnaticio.

Ciertamente, como ya hemos dicho con anterioridad, el término de LINAJE, en un sentido estricto, suele utilizarse para denominar al LINAJE AGNATICIO, al que las Partidas llaman linaje derecho, y que también es denominado linaje recto, directo o de varonía. Pero cabe también hablar de linaje agnaticio puro o de agnación rigurosa, es decir, el que está formado siempre por varones, para diferenciado del linaje agnaticio fingido, llamado también media agnación, que es aquél en el que la última hembra impone a su descendencia el uso de sus armas y apellido, haciéndole abandonar los de su varonía. 

Los ejemplos son muy abundantes, entre los grandes linajes de nuestro país. Así, el linaje de los Duques de Medinaceli es Fernández de Córdova (agnación fingida), pero, en realidad, Figueroa (agnación rigurosa); los Duques de Veragua son Colón (agnación fingida), pero, en realidad, Carvajal -o más bien Ulloa- (agnación rigurosa); los Marqueses de Santa Cruz son Silva (agnación fingida), pero, en realidad, Meneses (agnación rigurosa); etc. etc.

Los linajes agnaticios históricos tienen una gran propensión a extinguirse por distintas razones, que pueden tener que ver con el agotamiento biológico, los mayores riesgos que han sufrido tradicionalmente los varones, etc.

 De hecho, si examinamos las principales familias que están hoy en posesión de la Grandeza de España, tenemos que constatar que sólo un mínimo porcentaje de ellas remonta su ascendencia en línea de varón más allá del siglo XIV y, muy pocas, en posición nobiliaria similar a la que ahora ostentan, es decir, gozando de la antigua rico-hombría de sangre.

En resumen que, si eliminamos las de origen foráneo (Borbón o Fitz James Stuart) nos encontramos con que sólo ocho familias -poseedoras hoy de la Grandeza de España- descienden por línea de varón de linajes de la primera nobleza trastamarista: Osorio; Téllez Girón -ya extinguida en los varones-; Álvarez de Toledo; Pérez de Guzmán; y las tres distintas que utilizan el apellido Fernández de Córdova, aunque con distinta varonía: la propiamente Córdova, que desciende de los primitivos señores de Aguilar de la Frontera; la que adoptó este apellido en el siglo XVI, abandonando el suyo propio -no menos ilustre- de Figueroa; y la que proviene por línea agnaticia de los antiguos Moscoso, señores de Altamira, que está representada a su vez por dos líneas: la que luce también por enlace el apellido Fernández de Córdova y el título condal de la Puebla del Maestre, y la que ostenta el apellido Ramírez de Haro, con el título condal de Bornos. Tendríamos que añadir también a los Silva, duques de Lécera, cuyos antepasados, por la misma época, eran ya ricos-hombres de Portugal.

En cuanto a las familias reales europeas, nadie disputa la primacía, en este sentido, a nuestro monarca cuya genealogía se remonta por línea agnaticia pura y legítima al siglo IX.

Los linajes agnaticios puros en España no se remontan más allá del siglo IX, pudiendo llegar, a través de hembras, a otros linajes algo más antiguos. Las genealogías españolas, en efecto, no pueden ascender más allá del Duque Pedro de Cantabria, padre de Alfonso I el católico, rey de Asturias. La Crónica Rotense, escrita en el siglo X, le atribuye ser descendiente de los reyes visigodos Leovigildo y Recaredo lo que, de ser cierto, le remontaría al siglo VI. Las francesas alcanzan a los antepasados de Carlomagno, los carolingios, de los que se sospecha, pero sin prueba fehaciente, que tuvieran alguna descendencia de princesas merovingias lo que les remontaría, a su vez, al siglo V.

No existen, por tanto, enlaces genealógicos comprobados con las dinastías de la antigüedad. Sin embargo, un moderno investigador francés, Christian SETTIPANI, ha estudiado con una enorme seriedad y erudición estas posibilidades, de las que hay múltiples indicios a través de las dinastías imperiales bizantinas, las armenias, las georgianas y las persas, saltando a través de ellas a las dinastías helenísticas, los Seléucidas de Siria, los Tolomeos de Egipto, y desde ellas a los reyes macedonios y a los Aqueménidas de Persia.

B.-El linaje matrilineal.

La descendencia matrilineal o cognaticia pura, de hembra en hembra -también llamada linaje uterino- ha sido poco ensayada por los genealogistas de nuestra patria y tiene como principales atractivos, por un lado, que constituye la genealogía que nunca se puede poner en duda -mater certa, pater non semper- y, por el otro, las insospechadas variaciones que se van produciendo a través de los siglos, pues hace cambiar el linaje agnaticio en cada generación.

El árbol de costados.

Junto a la investigación del linaje por una determinada línea -preferentemente la agnaticia- son también muy comunes las investigaciones que intentan desentrañar la ascendencia próxima total de un determinado personaje. A este tipo de estudio se le llama árbol de costados.

Los investigadores alemanes se han dedicado con profusión a llevar a cabo el árbol de costados de sus más célebres personajes, sea cual sea su actividad. Es famosa, a este respecto, una obra en dos volúmenes, de Heinrich von BANNIZA y Richard MÜLLER, titulada Deustche Geschichte in Ahnentafeln (1939-1942), así como las Ahnentafeln berühmter deustcher, es decir, las tablas ascendentes de alemanes célebres. En las dos se publican los árboles de costados de numerosos personajes alemanes, incluidos, naturalmente, muchos miembros de sus antiguas dinastías, pero también los de hombres de Estado como Bismarck, Metternich, Hitler, Goering, escritores como Goethe, Schiller, Novalis, Hölderlin, Rilke y Kant, músicos como Wagner y Strauss, o inventores como Siemens, Zeppelín, etc.

Igualmente en Francia, donde la genealogía tradicional no se ocupaba más que del estudio de líneas agnaticias, se vienen realizando, en los últimos años, estudios lo más completos posibles, sobre la ascendencia de las personalidades de la vida política, de la cultura, del deporte, etc., donde se combinan elementos biográficos y elementos diversos sacados del estudio de los cuarteles del personaje. 

Con apoyo informático se analizan los datos disponibles y se establecen cuadros y gráficos que muestran, ya sea en estudios de ocho cuarteles, ya sea en estudios más amplios de 512 cuarteles del personaje, la movilidad social o profesional, la tasa de fecundidad, la edad promedio del matrimonio, la tasa de mortalidad, así como el grado de endogamia detectado en el estudio de cuarteles a través del método del implexe.

En esta dirección se sitúan numerosos estudios publicados en la revista mensual Généalogie-Magazine, que ha dedicado al comienzo un espacio Álbum de famille, y desde el número 58, otro espacio llamado Ascendance donde se presenta hasta la 5ª generación la ascendencia de una personalidad. Ya han sido estudiadas las ascendencias de personalidades de la música, como Bach; de la pintura, como Toulouse-Lautrec; de la literatura, como Margarita Yourcenar, Daudet, Victor Hugo, Lamartine, Mauriac o Tolstoi; y de la política, como De Gaulle, Garibaldi, o Kennedy; etc.

Un ejemplo muy significativo lo podemos encontrar en varias obras publicadas, respectivamente, en 1981, 1989 y 1991, que se dedican al estudio de los antepasados de Luís XIV; de Luís XV y de Enrique IV. En relación con esta última obra, podemos observar cómo después de estudiar el personaje, su posteridad legítima e ilegítima y su parentesco con sus dos esposas, analiza en detalle los 512 cuarteles del Rey. En base al método del Implexe (tasa de recurrencia de un mismo antepasado en la progresión geométrica en que se sitúan sus antepasados dentro del árbol de costados) concluye que 206 personajes se encuentran repetidos en los cuarteles de Enrique IV; es decir, un 43,15%, casi un cuartel sobre dos.

De esta manera logra analizar el origen de la sangre de Enrique IV que entre sus 512 cuarteles sólo tiene 19 desconocidos, probablemente pertenecientes a pequeños señoríos de Lorena y de Anjou, lo que lo lleva a afirmar que todos sus antepasados, sin excepción, son de extracción nobiliaria.

El parentesco universal.

No hace falta saber nada de genealogía, para ser consciente de que nuestros antepasados aumentan en progresión geométrica. Es decir, que el número de ascendientes se multiplica por dos en cada generación anterior: dos padres, cuatro abuelos, ocho bisabuelos, etc. Así, una persona de hoy puede tener en la 15ª generación de sus antepasados, que es la que corresponde a la primera mitad del siglo XVI, un total de 32.768 antepasados, y en la 32ª, la correspondiente al siglo IX -coetánea del emperador Carlomagno- los antepasados alcanzarán la cifra astronómica de 4.294.967.296.

Naturalmente, la imposibilidad de que en dicha época existiera en el mundo una cifra total de habitantes como la que, de los antepasados, nos da la aritmética, nos revela uno de los principios de toda genealogía ascendente, que es el de que, a lo largo de las generaciones, los antepasados comienzan a repetirse. Y este proceso es mucho más corriente en las familias de las clases superiores que en las inferiores, o en las de las regiones aisladas o mal comunicadas (islas o valles) donde abundan los matrimonios endogámicos, es decir los contraídos entre parientes, que en las ciudades o en las sociedades más abiertas. Algunos estudios realizados a este respecto han comprobado que en poblaciones mal comunicadas de trescientos a quinientos habitantes, después de seis generaciones, todos los habitantes son parientes dentro del tercer grado de consanguinidad.

En Japón, por ejemplo, se llevan celebrando durante siglos matrimonios entre primos hermanos y en el sur de la India, más de la tercera parte de los matrimonios entre los sudras de Andhra Pradesh se efectúa entre primos hermanos. En el grupo de los hadanitas de Israel la tasa de matrimonio entre primos hermanos es del 56%. No hacemos hincapié en el mismo aspecto dentro de las familias reales, porque es evidente, sin que tengamos que recordar -porque no es significativo- el matrimonio entre hermanos propio de los faraones egipcios y de los Incas del Perú. Con todo, son muchos más los parientes que contraen matrimonio ignorando su parentesco, ya que en nuestras actuales sociedades, salvo que el apellido de los cónyuges sea el mismo -y no muy común- el parentesco se ignora por encima del quinto grado civil.

Esta realidad justifica el que DURYE nos cuente que en Francia existen buscadores profesionales de herederos. Cuando una persona de fortuna elevada muere sin testamento y sin herederos cercanos, existen profesionales que se dedican, mediante el uso de sus archivos de contenido genealógico, a buscar al pariente más próximo, que ignora estas circunstancias y negocian con él la información a cambio de un porcentaje importante de la herencia. Vemos pues, otra utilidad más, ésta bien prosaica, de la genealogía.

Naturalmente la genealogía no se ha propuesto en ningún caso establecer la ascendencia total de nadie, por razones de imposibilidad material, ya que no existen datos genealógicos que lo hagan posible. Pero si esto fuera factible podríamos comprobar que todos los seres humanos estamos emparentados, al menos, en un grado de primos quincuagésimos -según cálculo del científico Guy MURCHIE- es decir, que los árboles genealógicos de todos los hombres, cualesquiera sean sus razas y su origen geográfico, deben unirse por alguna rama antes de las cincuenta generaciones de antepasados, pues lo único que hace falta para que esto ocurra es una sola persona. Un solo contacto genético indirecto entre África y Asia en mil años puede hacer parientes a africanos y chinos y, para que esto ocurra, no hace falta que ningún africano haya viajado nunca a China, sino que pueblos intermedios, de carácter nómada, sirvan de intermediarios.

FORST DE BATTAGLIA, el gran estudioso de la genealogía científica, afirmaba en 1949 con respecto a Carlomagno, que el profesor BRANDENBURG, que consagró una obra a su descendencia, muy incompleta e hipercrítica, calculó el número de ésta, en tiempos del Emperador Barbarroja, en 984 personas. 

Forst decía que estos descendientes se habrían convertido el año 1500 en unos 200.000 y en la actualidad llegarían a 20 millones, sugiriendo que en cien años más todos los europeos tendrían la sangre de Carlomagno. Concluía con el ejemplo de que en Suiza, cualquier burgués con antepasados conocidos hasta los 256 ó 512 cuarteles, tiene forzosamente entre ellos algún descendiente de Carlomagno.

Clases y grados del parentesco.

Según el diccionario de la RAE, parentesco es el género de relación permanente que existe entre dos o más personas en virtud de la sangre o del origen o de un acto reconocido por la ley.

Este parentesco puede ser, por tanto, natural, cuando se funda en vínculos de sangre, o legal, cuando su razón de ser es consecuencia de un acto establecido por la ley.

El parentesco natural o biológico es llamado parentesco de consanguinidad, y puede ser además de varias clases:

- Parentesco de agnación: 

Cuando el vínculo que existe entre dos parientes descendientes del mismo tronco, viene exclusivamente por línea de varón.

- Parentesco de cognación: 

Cuando ese vínculo viene por línea de mujer.

- Parentesco matrimonial: 

El que se origina entre consanguíneos mediante vínculos matrimoniales.

- Parentesco no matrimonial: 

El que se mantiene con los consanguíneos a través de uniones ilícitas.

El parentesco matrimonial lo puede ser de afinidad que es el que se produce entre el cónyuge y sus parientes con el otro cónyuge y los suyos. Es decir, lo que en el lenguaje social es denominado como parentesco político. También entran dentro de este parentesco, el parentesco civil, que se origina por la adopción.

Llamamos línea recta a la serie de personas que proceden de un mismo tronco, unas de otras (bisabuelo, abuelo, padre, hijo, nieto, etc.); o colateral u oblicua, si, aunque vienen del mismo tronco, no descienden unas de otras, es decir, la línea que forma un individuo con su hermano o su tío y sus descendientes.

Llamamos GRADO a la distancia que existe entre dos parientes en su árbol genealógico común. Este cómputo de los grados puede ser civil o canónico. 

En el derecho civil el grado de parentesco se computa contando el número de individuos que separan a una persona de otra, pero sin contar a aquella de la que se parte.

 Es decir:

1.° de consanguinidad: el resultante entre padres e hijos.

2.° de consanguinidad: el existente entre abuelo y nieto.

3.° de consanguinidad: el que hay entre bisabuelo y bisnieto. 

4.° de consanguinidad: el que se da entre tatarabuelo y tataranieto, etc. etc.

Igualmente de manera colateral:

2.° de consanguinidad: el existente entre hermanos.

3.° de consanguinidad: el que hay entre tíos y sobrinos carnales.

4.° de consanguinidad: el que se da entre primos hermanos y con los hermanos de los abuelos.

5.° de consanguinidad el existente entre una persona con los hermanos de sus bisabuelos; los hijos de sus tíos abuelos y los hijos de sus primos carnales.

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